Marguerite Yourcenar, en su magnífico libro "Memorias de Adriano", escribió:
"Dudo que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud, a lo sumo le cambiarán el nombre".
Hasta no hace mucho tiempo en Estados Unidos, a los esclavos nuevos se les ataba una bola negra de hierro muy irregular (no era una bola perfecta), con una cadena y un grillete al pie, para que no escaparan corriendo de los campos de algodón.